lunes, 1 de enero de 2007

Amor (Universidad beasts)



Los dioses no podrán darte más.
Te dan, última fruta de la cesta,
Los feroces racimos del deseo,
Su pulpa ensangrentada.

Aurora Luque. Carpe Amorem.



AMOR
Universidad Beasts




Desnudos, arrodillados en la cama, uno enfrente del otro sin llegar a tocarse se miraron y por primera vez se vieron de verdad. Sus miradas se reunieron, aquel azul cielo de Joel y la plata luz de luna de Ángel se unieron en uno solo.

Los miedos se fueron, las dudas emigraron a un lugar remoto y lejano y con ellas los complejos que habían atormentado, acorralado y limitado tontamente toda una vida desaparecieron. La vergüenza no existía, ya nada más importaba, sólo ellos dos.

No existía el oxígeno, ya no hacía falta. No había cielo, ni mares, si siquiera océanos. Sólo ellos sumergidos en su propio mundo de simple ternura infinita y eterna. Sólo ellos dos, y eso bastaba.
Sus labios se aproximaban sin llegar a tocarse, el aliento cálido rozaba la piel produciendo escalofríos de placer, un placer que nadie entendería. Estaban tan cerca uno del otro y a la vez tan lejos… Una barrera invisible les separaba impidiendo el choque de piel contra piel, una estúpida barrera mental que no tardaría en caer. Sentían aquel extraño placer de la tentación, sus corazones latían salvajemente al unísono como uno solo. Y entonces la mano de Joel dejándose llevar como si de una fina corriente de aire suave se tratara se deslizó por el rostro del chico pelirrojo.
De su chico.
Sus manos se deslizaban con delicadeza, dando lugar a dulce caricias prohibidas capaces de mover montes y colinas. Daba igual donde tocara con su mano, su cabello lúcido, sus tersas mejillas, su delicado cuello, su torso… Daba igual, pues allí donde acariciaba el placer llegaba fiel como siempre. Como el bien y el mal, como el placer y el dolor, como el amor y el odio. Por cada desconocido lugar que pasaban sus manos, tanteando como si de un ciego se tratara, podía sentir el palpitar de las venas que recorrían el cuerpo de su compañero, palpitando con fuerza, exigiendo más. El chico rubio deslizo su lengua por el cuello de Ángel que dejó salir un gemido placentero de sus labios sedientos. No podía más, quería saciar su sed, besar aquellos labios de Joel, quería que por fin se entregasen a él para siempre y su corazón lo sabía: Latía tan ferozmente que creyó que iba a empezar a quebrarse.
Maldijo al placer máximo e inaguantable de la tentación que se iba convirtiendo en dolor. Finalmente sus labios se acercaron primero con delicadeza, con cuidado, como si fuese la primera vez que las comisuras de sus labios se encontraran. Se rozaron y el aliento como un imán unió labios con labios y un extraño fuego recorrió sus cuerpos. Un extraño fuego interior cuya abrasadoras llamas lamían cada parte de sus cuerpos desnudos, provocando escalofríos que recorrían hasta los rincones más escondidos y desconocidos de sus almas. Ángel bebió de los jugosos labios de Joel, pero su sed parecía no desaparecer nunca, no podía apagar aquel fuego que le consumía poco a poco; quería más y más, mucho más. Sus labios se movían como si de una coreografía se tratara, como si hubieran sido hechos uno para el otro. Se rozaban, se lamían, se mordían, aquel choque de labios jugosos y tiernos resultó ser muy dulce. Tan dulce que Joel quiso detener el tiempo, agarrarlo con sus propias manos, impedirle el paso y así quedarse allí para siempre en ese efímero instante, con la única suerte de su vida, la única razón de seguir adelante y vivir. Sus labios se separaron no sin dificultad. Se volvieron a mirar y Ángel abrazó a Joel. Cuerpo con cuerpo, corazón con corazón; eran uno…
Tan sólo uno. Abrazados, podían percibir el palpitar del corazón del otro, el calor del otro, cada parte del cuerpo contrario en su propio ser.
-¿Sabes qué?- Preguntó Joel.
-¿Qué?
-Que si no existes… yo me muero- Y dejó escapar aquella media sonrisa tan suya- Dime, ¿Qué has hecho en mí que ya no quiero otros besos?
Ángel dejó escapar una risita.
-Joel, abrázame.
-Ya lo hago.
-Más fuerte… y no me sueltes nunca, por favor.
-Nunca.
-Prométemelo.
-Te lo prometo.-Susurró al oído.
Se separaron y volvieron a cruzarse sus miradas. Se dieron un pequeño beso y después ligeramente Joel se colocó detrás de Ángel. Esta vez, aún arrodillados en la cama, Joel abrazó a Ángel por la espalda. Entonces el chico pelirrojo puedo sentir el miembro de Joel pegado a sus glúteos y la ternura que sentía se transformo en algo parecido a la lujuria. No podía esperar. Sin embargo Joel seguía tranquilo, acercó sus labios al cuello de Ángel, besó cada parte de su garganta, dando pequeños mordisquitos y después dejó escapar su aliento en la nuca. Ángel se estremeció y su cuerpo tembló, desnudo y desprotegido ante un placer desconocido que estaba a punto de venir. El chico rubio cogió con suavidad los brazos de su compañero y los alzó con sutiliza como si fueran dos alas que no supieran volar y estuviera aprendiendo. Joel inició un recorrido de caricias labiales desde la espalda hasta el último de los dedos de la mano. Ángel temblaba a cada beso. Se encontraba totalmente desnudo, su cuerpo estaba frío y los besos de Joel eran cálidos lo que le hacía sentir un escalofrío lleno de gozo. Agradeció que Joel estuviese ahí abrazando cada parte de él, protegiéndole del frío con su cuerpo caliente, entonces hasta el aire fresco que respiraba le pareció cálido. Acababa de llegar a una conclusión: El cuerpo de Joel no era perfecto en sí. Sí, cierto que era el cuerpo más simétrico y hermoso que había visto, pero el concepto de perfecto le resultaba frío y vacío, inhumano. Llegó a la conclusión que el cuerpo de Joel era casi perfecto, pero que a él le quedaba grande y quizás no merecía. Joel bajó sus manos por la espalda tersa y dura de su compañero, una espalda tatuada con palabras de amor. Llevó las yemas de sus dedos hacia la cintura de Ángel, acarició sus nalgas con movimientos circulares, pellizcó y bajó recorriendo cada una de sus largas piernas. Ángel creyó morirse de gusto. Ya llegó la hora y Joel no tardó más, colocó la palma de su mano en la espalda de Ángel y lo tumbo bocabajo contra las suaves sabanas de la cama. Sinceramente no había pensado en como acabaría esto, simplemente se había dejado llevar, Ángel no se había quejado y finalmente había quedado él como dirigente y activo de las reglas de aquel juego prohibido. Joel desplazó su brazo derecho hasta la mesilla de noche que se hallaba al lado de la cama. Cogió el preservativo y rompió el envoltorio con los dientes. Se lo colocó mientras Ángel esperaba pacientemente con algo de miedo a lo desconocido, ya que era su primera vez, su primera relación sexual, en cambio, Joel había mostrado su experiencia adquirida de la práctica con anteriores novias, pero al menos, sin duda, para él era su primera relación con un chico. En cierto modo era la “primera vez” para los dos, una primera vez que querían que fuese especial. Por fin Joel penetró con delicadeza, uniendo los dos cuerpos, encajándolos y fusionándolos en uno solo, mientras apoyaba su pecho en la espalda del chico pelirrojo, dejando caer el brazo izquierdo en el hombro de Ángel y el derecho en la cama al lado de éste. Ángel dejó escapar un gemido de dolor. Joel enseguida se disculpó. Poco a poco fue aumentando el ritmo, primero suave y lento y más tarde la sensación que había llegado a Ángel mucho antes llegó a él: Pronto la excitación se apoderó de su mente. Fue entonces cuando el ritmo aceleró y su cuerpo chocaba con el de Ángel a un ritmo frenético. Sus cuerpos juntos; un pequeño baile que danzaba entre las llamas asfixiantes del deseo. Ángel sintió dolor, pero no demasiado ya que su cuerpo se encontraba totalmente dilatado. Era una clase de dolor extraño, un dolor que no había sabido de su existencia hasta ahora, era como intentar apoderarse de una zona nueva e inexplorada de su cuerpo y este se resistiera. Por otra parte era un tipo de daño placentero, pues la idea de saber que quien se introducía en su cuerpo era Joel le llenó de fogosidad. Quería sentir a Joel dentro de él. Poco a poco supo encontrar el placer entre ese dolor y aprendió a disfrutar de él. No puedo evitar gimotear. Joel acercó su boca a su oreja y dejó escapar un gemido embriagador que se introdujo por el oído de Ángel haciendo que éste gimiera a la vez. El muchacho rubio movió su mano derecha hacia la cintura de Ángel y bajó hacia los genitales. Primero acarició y después apretó antes de empezar a masajear aquella parte. La respiración de Ángel comenzó a agitarse con más fuerza poniéndose al nivel de Joel. Miles de calambres recorrían sus cuerpos, desde los pies hasta la cabeza, mostrando sensaciones nunca antes conocidas para los dos. El placer sumergido se apoderó de ellos, era tan intenso que empezó a ser demasiado, insoportable para aquellos simples cuerpos mortales y entonces empezó a doler y Ángel se preguntó dónde estaría la línea de separación entre el placer y dolor. Sus cuerpos sudaban, se deslizaban ágilmente y temblaban entre gimoteos. El muchacho pelirrojo estiró y tensó su cuerpo, percibiendo y aumentando cualquier pequeña sensación que bañaba cada milímetro de su organismo, así sintiéndose por primera vez dueño de su cuerpo. El fin se acercaba y lo sabían. Joel volvió a acercase a la oreja de Ángel y con la voz entrecortada y débil susurró:
-T-te… quiero.
Y el éxtasis llego. El placer absoluto envolvió sus cuerpos uniendo más aquél único ser que había partido de dos. Como una corriente eléctrica impactó en sus cerebros y los labios de los dos cuerpos desnudos y sudados dejaron salir el último gemido. El ritmo cesó y finalmente Joel abatido se dejó caer en la cama al lado de Ángel. Fue entonces cuando se percataron de que eran mortales, y necesitaban respirar: El oxígeno olvidado y hasta ahora no necesitado volvió a entrar por los orificios de sus cuerpos. Suspiraron. Miraron hacia arriba, al techo y dejaron que la respiración volviera a su ritmo normal. Ángel se acercó más a Joel, se entrelazó entre sus brazos, le dio un pequeño pero intenso beso, y algo semejante al amor rozó por un instante sus labios.
-Yo te quiero más.

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