Los dioses no podrán darte más.
Te dan, última fruta de la cesta,
Los feroces racimos del deseo,
Su pulpa ensangrentada.
Aurora Luque. Carpe Amorem.
AMOR
Universidad Beasts
Desnudos, arrodillados en la cama, uno enfrente del otro sin llegar
a tocarse se miraron y por primera vez se vieron de verdad. Sus miradas se
reunieron, aquel azul cielo de Joel y la plata luz de luna de Ángel se unieron
en uno solo.
Los miedos se fueron, las dudas emigraron a un lugar remoto y lejano y con
ellas los complejos que habían atormentado, acorralado y limitado tontamente
toda una vida desaparecieron. La vergüenza no existía, ya nada más importaba,
sólo ellos dos.
No existía el oxígeno, ya no hacía falta. No había cielo, ni mares, si siquiera
océanos. Sólo ellos sumergidos en su propio mundo de simple ternura infinita y
eterna. Sólo ellos dos, y eso bastaba.
Sus labios se aproximaban sin llegar a tocarse, el aliento cálido rozaba la
piel produciendo escalofríos de placer, un placer que nadie entendería. Estaban
tan cerca uno del otro y a la vez tan lejos… Una barrera invisible les separaba
impidiendo el choque de piel contra piel, una estúpida barrera mental que no
tardaría en caer. Sentían aquel extraño placer de la tentación, sus corazones
latían salvajemente al unísono como uno solo. Y entonces la mano de Joel
dejándose llevar como si de una fina corriente de aire suave se tratara se
deslizó por el rostro del chico pelirrojo.
De su chico.
Sus manos se deslizaban con delicadeza, dando lugar a dulce caricias prohibidas
capaces de mover montes y colinas. Daba igual donde tocara con su mano, su
cabello lúcido, sus tersas mejillas, su delicado cuello, su torso… Daba igual,
pues allí donde acariciaba el placer llegaba fiel como siempre. Como el bien y
el mal, como el placer y el dolor, como el amor y el odio. Por cada desconocido
lugar que pasaban sus manos, tanteando como si de un ciego se tratara, podía
sentir el palpitar de las venas que recorrían el cuerpo de su compañero,
palpitando con fuerza, exigiendo más. El chico rubio deslizo su lengua por el
cuello de Ángel que dejó salir un gemido placentero de sus labios sedientos. No
podía más, quería saciar su sed, besar aquellos labios de Joel, quería que por
fin se entregasen a él para siempre y su corazón lo sabía: Latía tan ferozmente
que creyó que iba a empezar a quebrarse.
Maldijo al placer máximo e inaguantable de la tentación que se iba convirtiendo
en dolor. Finalmente sus labios se acercaron primero con delicadeza, con
cuidado, como si fuese la primera vez que las comisuras de sus labios se
encontraran. Se rozaron y el aliento como un imán unió labios con labios y un
extraño fuego recorrió sus cuerpos. Un extraño fuego interior cuya abrasadoras
llamas lamían cada parte de sus cuerpos desnudos, provocando escalofríos que
recorrían hasta los rincones más escondidos y desconocidos de sus almas. Ángel
bebió de los jugosos labios de Joel, pero su sed parecía no desaparecer nunca,
no podía apagar aquel fuego que le consumía poco a poco; quería más y más,
mucho más. Sus labios se movían como si de una coreografía se tratara, como si
hubieran sido hechos uno para el otro. Se rozaban, se lamían, se mordían, aquel
choque de labios jugosos y tiernos resultó ser muy dulce. Tan dulce que Joel
quiso detener el tiempo, agarrarlo con sus propias manos, impedirle el paso y
así quedarse allí para siempre en ese efímero instante, con la única suerte de
su vida, la única razón de seguir adelante y vivir. Sus labios se separaron no
sin dificultad. Se volvieron a mirar y Ángel abrazó a Joel. Cuerpo con cuerpo,
corazón con corazón; eran uno…
Tan sólo uno. Abrazados, podían percibir el palpitar del corazón del otro, el
calor del otro, cada parte del cuerpo contrario en su propio ser.
-¿Sabes qué?- Preguntó Joel.
-¿Qué?
-Que si no existes… yo me muero- Y dejó escapar aquella media sonrisa tan suya-
Dime, ¿Qué has hecho en mí que ya no quiero otros besos?
Ángel dejó escapar una risita.
-Joel, abrázame.
-Ya lo hago.
-Más fuerte… y no me sueltes nunca, por favor.
-Nunca.
-Prométemelo.
-Te lo prometo.-Susurró al oído.
Se separaron y volvieron a cruzarse sus miradas. Se dieron un pequeño beso y
después ligeramente Joel se colocó detrás de Ángel. Esta vez, aún arrodillados
en la cama, Joel abrazó a Ángel por la espalda. Entonces el chico pelirrojo
puedo sentir el miembro de Joel pegado a sus glúteos y la ternura que sentía se
transformo en algo parecido a la lujuria. No podía esperar. Sin embargo Joel
seguía tranquilo, acercó sus labios al cuello de Ángel, besó cada parte de su
garganta, dando pequeños mordisquitos y después dejó escapar su aliento en la
nuca. Ángel se estremeció y su cuerpo tembló, desnudo y desprotegido ante un
placer desconocido que estaba a punto de venir. El chico rubio cogió con
suavidad los brazos de su compañero y los alzó con sutiliza como si fueran dos
alas que no supieran volar y estuviera aprendiendo. Joel inició un recorrido de
caricias labiales desde la espalda hasta el último de los dedos de la mano. Ángel
temblaba a cada beso. Se encontraba totalmente desnudo, su cuerpo estaba frío y
los besos de Joel eran cálidos lo que le hacía sentir un escalofrío lleno de
gozo. Agradeció que Joel estuviese ahí abrazando cada parte de él,
protegiéndole del frío con su cuerpo caliente, entonces hasta el aire fresco
que respiraba le pareció cálido. Acababa de llegar a una conclusión: El cuerpo
de Joel no era perfecto en sí. Sí, cierto que era el cuerpo más simétrico y
hermoso que había visto, pero el concepto de perfecto le resultaba frío y
vacío, inhumano. Llegó a la conclusión que el cuerpo de Joel era casi perfecto,
pero que a él le quedaba grande y quizás no merecía. Joel bajó sus manos por la
espalda tersa y dura de su compañero, una espalda tatuada con palabras de amor.
Llevó las yemas de sus dedos hacia la cintura de Ángel, acarició sus nalgas con
movimientos circulares, pellizcó y bajó recorriendo cada una de sus largas
piernas. Ángel creyó morirse de gusto. Ya llegó la hora y Joel no tardó más,
colocó la palma de su mano en la espalda de Ángel y lo tumbo bocabajo contra
las suaves sabanas de la cama. Sinceramente no había pensado en como acabaría
esto, simplemente se había dejado llevar, Ángel no se había quejado y
finalmente había quedado él como dirigente y activo de las reglas de aquel
juego prohibido. Joel desplazó su brazo derecho hasta la mesilla de noche que
se hallaba al lado de la cama. Cogió el preservativo y rompió el envoltorio con
los dientes. Se lo colocó mientras Ángel esperaba pacientemente con algo de
miedo a lo desconocido, ya que era su primera vez, su primera relación sexual,
en cambio, Joel había mostrado su experiencia adquirida de la práctica con
anteriores novias, pero al menos, sin duda, para él era su primera relación con
un chico. En cierto modo era la “primera vez” para los dos, una primera vez que
querían que fuese especial. Por fin Joel penetró con delicadeza, uniendo los
dos cuerpos, encajándolos y fusionándolos en uno solo, mientras apoyaba su
pecho en la espalda del chico pelirrojo, dejando caer el brazo izquierdo en el
hombro de Ángel y el derecho en la cama al lado de éste. Ángel dejó escapar un
gemido de dolor. Joel enseguida se disculpó. Poco a poco fue aumentando el
ritmo, primero suave y lento y más tarde la sensación que había llegado a Ángel
mucho antes llegó a él: Pronto la excitación se apoderó de su mente. Fue
entonces cuando el ritmo aceleró y su cuerpo chocaba con el de Ángel a un ritmo
frenético. Sus cuerpos juntos; un pequeño baile que danzaba entre las llamas
asfixiantes del deseo. Ángel sintió dolor, pero no demasiado ya que su cuerpo
se encontraba totalmente dilatado. Era una clase de dolor extraño, un dolor que
no había sabido de su existencia hasta ahora, era como intentar apoderarse de
una zona nueva e inexplorada de su cuerpo y este se resistiera. Por otra parte
era un tipo de daño placentero, pues la idea de saber que quien se introducía
en su cuerpo era Joel le llenó de fogosidad. Quería sentir a Joel dentro de él.
Poco a poco supo encontrar el placer entre ese dolor y aprendió a disfrutar de
él. No puedo evitar gimotear. Joel acercó su boca a su oreja y dejó escapar un
gemido embriagador que se introdujo por el oído de Ángel haciendo que éste
gimiera a la vez. El muchacho rubio movió su mano derecha hacia la cintura de
Ángel y bajó hacia los genitales. Primero acarició y después apretó antes de
empezar a masajear aquella parte. La respiración de Ángel comenzó a agitarse
con más fuerza poniéndose al nivel de Joel. Miles de calambres recorrían sus
cuerpos, desde los pies hasta la cabeza, mostrando sensaciones nunca antes
conocidas para los dos. El placer sumergido se apoderó de ellos, era tan
intenso que empezó a ser demasiado, insoportable para aquellos simples cuerpos
mortales y entonces empezó a doler y Ángel se preguntó dónde estaría la línea
de separación entre el placer y dolor. Sus cuerpos sudaban, se deslizaban
ágilmente y temblaban entre gimoteos. El muchacho pelirrojo estiró y tensó su
cuerpo, percibiendo y aumentando cualquier pequeña sensación que bañaba cada milímetro
de su organismo, así sintiéndose por primera vez dueño de su cuerpo. El fin se
acercaba y lo sabían. Joel volvió a acercase a la oreja de Ángel y con la voz
entrecortada y débil susurró:
-T-te… quiero.
Y el éxtasis llego. El placer absoluto envolvió sus cuerpos uniendo más aquél
único ser que había partido de dos. Como una corriente eléctrica impactó en sus
cerebros y los labios de los dos cuerpos desnudos y sudados dejaron salir el
último gemido. El ritmo cesó y finalmente Joel abatido se dejó caer en la cama
al lado de Ángel. Fue entonces cuando se percataron de que eran mortales, y
necesitaban respirar: El oxígeno olvidado y hasta ahora no necesitado volvió a
entrar por los orificios de sus cuerpos. Suspiraron. Miraron hacia arriba, al
techo y dejaron que la respiración volviera a su ritmo normal. Ángel se acercó
más a Joel, se entrelazó entre sus brazos, le dio un pequeño pero intenso beso,
y algo semejante al amor rozó por un instante sus labios.
-Yo te quiero más.
No hay comentarios :
Publicar un comentario