martes, 4 de enero de 2011

Refugio



Mi cuerpo desnudo se sumerge en el agua caliente.
Vapor, y más vapor...
Es él el culpable de que se nublen mis sentidos, envolviéndome en una soporífera realidad.
Tranquilo, protegido, cálido; lejos del mundo exterior.

Oigo el aire caliente escapar por las rendijas del calefactor y, acompañándolo, creando un hermoso ambiente, se encuentra el sonido del agua caer desde el grifo a mis pies desembocando en la bañera.
No me percato del "Tic-Tac" del reloj, el tiempo ya no existe en mi pequeño refugio. Mis pensamientos vuelan de un lado a otro en un mundo inteligible e infinito, sin fronteras, sin límites: En un mundo completamente mío.

Un lugar tan personal, tan íntimo... pero que, sin embargo, se encuentra compartido.
Él está ahí, su presencia me hiere. Se halla sentado en las baldosas blancas del suelo con las piernas flexionadas y abrazadas por sus acogedores brazos. Sus ojos hermosos y cautivadores, aunque llenos de pena, miran al frente, hacia la puerta, como si estuvieran preguntándose qué hay detrás de ella.
Respira, el oxígeno sale rozando sus labios entreabiertos, y me sirve de prueba: La única prueba de que él sigue ahí, desnudo, sin nada que esconder.


4 Enero 2010

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